Por Elisabet Juanola Soria
Periodista
Santiago de Chile, noviembre de 2014
Foto: Elisabet Juanola
Un experto en comunicación, en un taller grupal de empresa, adivinó qué personas eran más amigas, dentro de un universo de casi cincuenta trabajadores e incluso, aseguró saber si había parejas o amantes entre ellos (aunque a estos últimos, obviamente, no los delató).El grupo de trabajo no se lo podía creer y le preguntaron como podía saberlo. El experto respondió que el lenguaje corporal es muy explícito y que por ejemplo, la manera de mirarse las personas, muestra la confianza que existe entre ellas.
Resulta evidente, que este experto grupal, además de tener muchos años de profesión, era un excelente observador, pero el ejemplo también nos señala que en este caso, como en otros muchos, no es suficiente que la persona sepa mucho, sino también que ponga sus habilidades al servicio de la vida.
Un buen observador posee una herramienta personal muy potente para obtener información de primera mano sin tener que hacer muchas preguntas o ninguna, pero seguramente necesitará poner a trabajar la astucia y la prudencia si descubre cosas que los otros ni siquiera saben de ellos mismos, ya sea porque no les hace ningún bien saberlas o porque no quieren que se sepan. Si quiere seguir siendo un buen observador, deberá esforzarse en limpiar la mirada, dejar a un lado los prejuicios y optimizar el uso de la información observada. Quién cumpla con estos requisitos, seguramente también ejercitará el silencio contemplativo. Esa persona, probablemente no hará muchas preguntas, pero en cambio, verá muchas cosas.
El silencio contemplativo abre muchas puertas. Por ejemplo, es una llave maestra y una buena escuela para crecer por encima de nuestras propias inseguridades; es el escenario ideal para ver, escuchar, sentir, degustar, crear… cosas nuevas.
Por el contrario, quien no escucha o escucha mal, se convierte en una persona violenta. En primer lugar con ella misma, porque sus propias voces y ruidos internos no le permiten escuchar nada más, pero también con los demás, porque los vuelve invisibles.
Por lo tanto, en el arte de la comunicación, que es aquel que rige el mundo de la pregunta, la respuesta, la escucha y los silencios, se da una pedagogía que se puede aprender de manera progresiva y que tiende a escuchar sin hacer preguntas y a responder o no, según sea el caso, con eficacia y prudencia. La gran clave de todo es el amor.
Humberto Maturana, científico chileno de renombre, que ha trabajado sobre lo que él denomina, desde 1971, «autopoiesi», habla de una «mirada sistémica, circular y no lineal de los sistemas vivos, que entiende la vida como un proceso de conocimiento en la realización del vivir en congruencia con un medio» y que se basa en el amor. El camino para ir construyendo este proceso son las «conversaciones», es decir, la dinámica de compartir la vida con otras personas.
Publicado revista RE número 76
2 comentarios
Muy acertado y hermoso. Enhorabuena.
Saludo afectuoso.
¡¡¡EXCELENTE!!!
Enhorabuena y felicidades.