Per Joan Romans
Físico
Barcelona, diciembre 2016
Foto: Creative Commons
En un artículo reciente del diario ARA, su director adjunto Ignasi Aragay se preguntaba: «Y las cosas esenciales, ¿quién las dice?» haciendo referencia, entendí, al conjunto de valores éticos que vertebran y dan sentido al vivir. Decia que echaba de menos referentes de su juventud que debieron ayudarle. Esta pregunta es adecuada y necesaria siempre y quizás ahora más que nunca cuando parece que perdemos referentes. De todas maneras, aun manteniendo la pregunta, yo añadiría otra: ¿quién tiene interés en esconder las cosas esenciales? ¿A cuáles personas o grupos de poder no les interesa que las voces que proclaman las cosas esenciales no se propaguen? Me doy cuenta que afortunadamente siempre hay voces que nos marcan el camino a seguir para construir un mundo más humano y digno. O bien no las queremos escuchar, o no se nos permite que las oigamos y nos quieren engañar vendiéndonos falacias a cambio de los verdaderos valores esenciales. Es necesaria una voluntad de búsqueda, hay que desenmascarar todo y todos los que nos envenenan y buscar la esencia del vivir que, a pesar de todo, tiene voces que la proclaman.
Podríamos añadir otra pregunta: ¿Cuáles son las cosas esenciales? Cada uno podría hacer una lista, como una especie decálogo de actitudes, principios, deseos, cosas materiales… que crea que están en la base de su vida. Posiblemente la tengamos, más o menos explícita, como fundamento y guía de nuestro ser y estar en la vida. Aun podríamos añadir: ¿es posible encontrar un listado de cosas esenciales comunes para todos, para toda la humanidad? Dejemos a los sabios la respuesta a esta pregunta.
Lo que es seguro es que cada uno ha de buscar y trabajar los valores esenciales que vertebran su vida. No podemos hacer los deberes de los demás. Quizás descubriremos que, a pesar de tanta diversidad humana, tenemos más puntos en común y nexos de unión de los que a priori podríamos pensar. Podría ser que en el fondo encontráramos las mismas cosas esenciales.
Creo que las diferentes formas externas y las apariencias con que nos manifestamos en la vida y la estridencia de la diversidad humana nos separa y nos hace parecer muy diferentes. Los ritos, los cultos, las formas tan diversas de expresar nuestra alegria de vivir y celebrar nuestros gozos, o los miedos antes el sufrimiento, las penas y la muerte son tan variadas en las diversas culturas y a lo largo de la historia que pueden hacer pensar que verdaderamente somos, en esencia, diferentes. Quizás no son más que las distintas caras de la humanidad, como las caras de un poliedro irregular.
¿No podría ser que cuánto más cerca de nuestra esencia humana más similitudes encontráramos? ¿No habrá más diferencia en las formas que en la esencia? ¿No podría ser que cuánto más nos adentráramos en nuestro propio ser más cerca estuviéramos los unos de los otros? Como los radios de una circunferencia que, cuánto más cerca del centro, más próximos están entre ellos.
Busquemos lo esencial, que la diferencia ya se manifiesta por si sola.