Por Olga Cubides Martínez
Periodista.
Barcelona (España), junio 2008
Foto: M. Emelianov
Un científico muy cercano recientemente visitó –por tercera vez en los últimos veinte años– la Antártica y, a pesar de cierto escepticismo respecto al calentamiento global, ha admitido que el continente blanco se está deshelando. Es un lugar impresionante, sin duda; textualmente tomado por el blanco azulverdoso de los iceberg y por el silencio, sólo roto de vez en cuando por el sonido que emiten los pingüinos o por el portentoso movimiento de alguna ballena.
Este lugar sorprendente guarda muchos secretos de la historia del planeta. Allí, al igual que en la zona de Groenlandia, «habitan» los testigos del hielo, una extraordinaria fuente de información sobre el registro climático y sobre las condiciones ambientales del último millón de años. Es como tener una inmensa biblioteca de Alejandría especializada en geología, que, además de permitir conocer la historia geológica de nuestro planeta, facilita disponer de un marco de referencia para comparar el cambio climático actual.
En este sentido, aunque se sabe que tanto el Ártico como la Antártica han tenido ambientes diversos a lo largo del tiempo, nadie puede negar hoy que, tal como lo demuestran los estudios científicos, las zonas polares, frágiles y particularmente sensibles a los cambios del planeta, se han calentado más rápido que ninguna otra región. Tanto es así que el 90% de los glaciares de la Antártica están en retroceso y, tal como lo han mostrado espectaculares imágenes, varias plataformas de hielo han sufrido colapsos. Se asegura que en los últimos 50 años la temperatura ha subido unos 2,5º C, cinco veces más que el calentamiento del resto del planeta.
La razón principal de la pérdida de masa helada sigue atribuyéndose a la acción humana (quema de combustibles fósiles, emisión de gases, contaminación, etc.), que ha provocado un mundo en calentamiento.
Ártico
Este efecto también se nota en el Ártico, donde la superficie de mar helado se ha reducido aproximadamente un 20% en los últimos 30 años. Actualmente el océano Ártico ve reducida su superficie helada cada año en un tamaño similar a la mitad de España.
En el Ártico –considerado una especie de sistema de alerta rápida medioambiental para todo el planeta– el ascenso de la temperatura se ha producido a un ritmo dos veces mayor al del resto del mundo, lo que está afectando los modos de vida tradicional de sus casi cuatro millones de pobladores –entre ellos los indígenas inuit–. También muchas especies vegetales y animales únicas se ven amenazadas o en proceso de extinción. Pero además, ciertas sustancias contaminantes, algunas cancerígenas, están presentes en especies árticas clave, lo que supone un motivo de gran preocupación también para la salud humana.
Localmente, en el caso del Ártico, el deshielo de la superficie afectará al transporte, las construcciones y otras infraestructuras, y los altos niveles de radiación ultravioleta afectarán a personas, plantas y animales. Globalmente, los cambios en el clima de las zonas polares afectarán también al resto del mundo al provocar un aumento del calentamiento global y con el deshielo, la subida del nivel del mar.
Los investigadores han demostrado que se puede ver afectada la circulación oceánica, y este cambio en las corrientes marinas tendría efectos en el clima de muchas regiones: las corrientes oceánicas transportan calor por la tierra como si se tratara de una inmensa correa de transmisión. Por otra parte, el aumento en el nivel del mar, provocado por el deshielo, afectaría a 634 millones de personas de un total de 180 países que viven en zonas bajo los 10,05 metros sobre el nivel del mar. ¿Qué pasaría con ciudades tan habitadas como Nueva York o Tokio, o países enteros como Holanda?
Año Polar Internacional
Otras consecuencias directas de este calentamiento de las zonas polares son el aumento de entre 3 y 7 °C de las temperaturas medias anuales, el incremento de las precipitaciones aproximadamente en un 20%, la disminución de las banquisas –conjunto de placas de hielo flotantes en la región de los mares polares–, que reflejarían menos radiación solar y esto haría aumentar el calentamiento regional y mundial. Estas previsiones parten de que el calentamiento se producirá de forma gradual. Sin embargo, no se puede descartar la posibilidad de cambios bruscos e inesperados. Como se pone en evidencia, los cambios se extenderán más allá de las zonas polares y afectarán el clima mundial, el nivel del mar, la biodiversidad y muchos otros aspectos socioeconómicos.
Hasta el 1 de marzo de 2009 estamos celebrando el Año Polar Internacional, una iniciativa de investigación coordinada a escala internacional, en el marco de la cual se están desarrollando ambiciosos proyectos científicos, que pueden ser una oportunidad para hacer crecer la conciencia sobre un problema que nos toca a todos.
Todos ya lo sabemos, aunque nadie quiera cumplir compromisos (ni de Kyoto ni de ninguna clase): lo que se necesitan son tecnologías limpias y sostenibles también de países emergentes, como la India, Brasil, China o México. Es un reto para los gobiernos, las industrias y para todas las personas que piensan que sería deseable dejar un lugar habitable a las generaciones futuras.