Por Josep M. Forcada Casanovas
Médico y Periodista
Barcelona, noviembre 2010
Foto: PhilipBouchard
A lo largo de la historia los humanos han creado diversos movimientos de pensamiento y formas de ser, muchas veces por áreas, zonas o grupos sociales. Por ejemplo, el marxismo o el existencialismo, o bien en otro nivel, la modernidad o la postmodernidad o tantas otras tendencias y movimientos culturales. También es cierto que no todo el mundo vive el mismo pensamiento, ni del mismo modo. En nuestra sociedad occidental y especialmente en el mundo joven que disfruta de libertad para pensar y expresarse, se produce un fenómeno que Zygmunt. Bauman denomina «sociedad líquida», que es consiguiente a la postmodernidad o a unos flecos de esta postmodernidad. El proceso de reducir la fuerza de la razón a la crítica postmoderna de esta sociedad ha abocado a unas actitudes que plásticamente son calificadas de “líquidas”.
Los fluidos son básicos e importantes, tanto los sólidos como los gaseosos. Una característica de los fluidos es ocupar los espacios que les dejan los sólidos; quizás los de la razón que es más dura y más compacta. La liquidez puede mostrar unas condiciones propias como es la fluctuación, la movilidad, el cambio, la inestabilidad, la flexibilidad, lo efímero, aquello inalcanzable… El presente, con la velocidad creada por tantos fenómenos tecnológicos, la misma búsqueda de la eficacia, la fuerza de las innovaciones, el avasallamiento de ofertas que se hacen a la persona llenándola de conocimientos útiles e inútiles, crean una clase de sensación de fuga incluso generando una conciencia de fragilidad del presente. En muchos casos desaparecen las estabilidades, tanto emocionales como espirituales. Hay un sufrimiento en el que muchos no saben cogerse ni a unos principios que los ayuden a tener unas referencias sólidas.
La sociedad líquida es un fruto también de cambios coyunturales provocados por tantas inestabilidades que abarcan desde el mundo laboral hasta el familiar, pasando por la afectividad, la economía, la política, las creencias, etc.
Estas características producen, en unos determinados grupos de la ciudadanía espanto, preocupación, desacuerdo y crean actitudes contrapuestas y de lucha crítica. Otros se sienten ofendidos porque les parece que estas actitudes prescinden de la capacidad de razonar sensatamente. La razón humana siempre es viva y activa, pero es necesario entender que la capacidad fluctuante, inestable y de incertidumbre crea un notable impacto en la persona, que no pasa desapercibido.
El riesgo es no respetar las actitudes intelectuales y tozudas a querer comprimir las actitudes fluidas, tanto de pensamiento como de acción, para poner unas barreras fuertes, intensas y inamovibles a partir de la búsqueda de argumentos razonados que ahogan una realidad. No podemos decir que todo se ha destruido, se ha echado a perder o que ya no hay nada del pasado que sirva, pero debemos respetar los síntomas de la sociedad fluctuante e inestable que muchos sufren y viven como una pesadilla que atormenta. Otros lo subliman y asumen una actitud relativista sin el menor asomo de fuerza moral, alejándose de cualquier actitud comprometida con la sociedad. Afortunadamente, esta puede participar de la gran fuerza de la libertad intelectual que expresa lo que siento, muchas veces, como un gemido de insatisfacción que contagia y que es siempre un grito de búsqueda.
Cualquier cambio crea un dolor de crecimiento. Quizás se debe pedir a esta sociedad líquida que aporte un nuevo estilo de razonar. Es cierto que muchas cosas se pueden des-dogmatizar y que si se hace desde una razón humilde, sensible, entrañable, personalizada y respetuosa, puede ser óptimo.
La cordura de la razón, hoy más que nunca, debe estar preparada para establecer un diálogo serio, como hizo con la modernidad y la postmodernidad. El Mayo del 68 que muchos vivieron como un escándalo porque no estaban de acuerdo con un grito que les resultaba extraño, años después, a gran parte de la sociedad le parecía normal.
Quizás hoy estamos ante un clamor que no supone quiebres ni revueltas de sangre, pero que reclama entender las incertidumbres de nuestro mundo y lucha por aceptarlas. Quizás la conciencia de nuestra sociedad para entender esta liquidez puede ayudar a conseguir un concepto más humilde de la persona.