Por Laura Muñoz Olivares
Psicóloga
Sevilla, abril 2012
Foto: Umbrela Verde
A principios de año, Ana Botella declaraba su interés porque fueran ciudadanos voluntarios los que, en este contexto de crisis, sacaran adelante la atención de distintos espacios públicos de la Comunidad de Madrid como bibliotecas o polideportivos1. Ante las posibles críticas a su propuesta, explicaba que esto es una realidad en otros países. Y lo cierto es que no le falta razón. A modo de ejemplo, en 1996 más de 1.200 vecinos de Nueva York cedieron 35.000 horas de su tiempo en labores de reparación y limpieza del Central Park de Manhattan, tarea que le hubiera correspondido desempeñar a las administraciones públicas, con el consecuente ahorro2. Ante la actual situación de crisis económica y con el goteo incesante de recortes en un creciente número de sectores, cabe preguntarse: ¿Dónde está el límite entre lo que corresponde hacer exclusivamente al estado y las labores que pueden realizar personas anónimas de manera desinteresada? ¿Corremos el riesgo de que el altruismo de parte de la ciudadanía sea utilizado como excusa para el ahorro de las instituciones públicas, especialmente en materia de bienestar social?
Progresivamente aparecen nuevas vías para la participación voluntaria que favorecen la implicación de cada vez más población. De este modo, las nuevas tecnologías han facilitado el acceso al voluntariado a personas que antes no podían, no se atrevían o desconocían la posibilidad de colaborar, y un mayor número de empresas se sirven del voluntariado corporativo para aumentar la motivación entre sus empleados y mejorar así su propia imagen empresarial. Asimismo, la elevada tasa de desempleo ha provocado que muchas personas sin trabajo hayan optado por continuar en activo a través del trabajo voluntario. Así, en el último Informe sobre el Estado del Voluntariado en el Mundo, publicado por Naciones Unidas, se señala el hecho de que el número total de personas que realizaron actividades de voluntariado entre los años 1995 y 2000 equivaldría al noveno país más grande del mundo en términos de población, con cerca de 140 millones de voluntarios. En el caso de España, se calcula que el trabajo voluntario representa un nada despreciable 1,5% del producto interior bruto del país3.
Actualmente, no cabe apenas duda acerca de los aspectos positivos de la participación voluntaria tanto para la sociedad como para la propia persona que la lleva a cabo. El voluntariado une, crea vínculos entre personas anónimas que descubren maneras de generar un cambio en la sociedad en la que viven, y conlleva un proceso de aprendizaje que les enriquece a ellos/as y a aquellos/as con los que se relacionan. A este respecto, la economista Antonia Sajardo y la socióloga Inmaculada Serra definen el voluntariado como un proceso de desarrollo personal de forma simultánea a un proceso de desarrollo social y subrayan la importancia del trabajo voluntario y sus aportaciones positivas a la sociedad: «El trabajo voluntario, como muestra una amplia literatura internacional, realiza una contribución de inestimable valor en casi todas las áreas de los servicios sociales y de la cultura, en la casi totalidad de los países del planeta, que en el contexto de la crisis del Estado de Bienestar, si tuviera que ser substituido por trabajo remunerado, tendría costos cuantiosos»4.
Sin embargo, no podemos permitir que dicha labor sea utilizada como pretexto para que las instituciones públicas eludan sus responsabilidades en materia social. Para ello es imprescindible diferenciar entre qué es voluntariado y qué no lo es. En primer lugar, conviene aclarar que el fin último de la persona voluntaria no es cubrir necesidades que deben ser cubiertas por el estado. Tampoco debe servir para fomentar la idea de que ciertos sectores de la población deben depender de la ayuda de otros, sino un medio para conseguir que la situación de estas personas sea escuchada, que se conozcan las causas de la desigualdad y promover el cambio.
Por ello, una de las principales funciones del voluntariado debe ser la de llamar la atención a las administraciones sobre la existencia de una necesidad en una determinada comunidad que debería de ser atendida por las administraciones públicas, o bien como instrumento de empoderamiento de una comunidad, mostrando vías para alcanzar una mejora en el entorno.
Si damos por hecho que los logros alcanzados a lo largo de las últimas décadas en materia social deben sostenerse sobre trabajadores voluntarios, caemos en el riesgo de asumir que nuestro Estado del Bienestar es una cuestión de solidaridad o de caridad y no de derechos de la ciudadanía, lo que supondría un importante retroceso para la sociedad, así como un impulso a la reducción del gasto en estos sectores.
Para evitarlo, es preciso promover un voluntariado que no sustituya, sino que complemente las acciones sociales llevadas a cabo por las distintas administraciones. Como ciudadanos y ciudadanas tenemos el deber tanto de defender el mantenimiento del Estado del Bienestar, como de apoyar aquellas iniciativas de voluntariado capaces de llegar donde las administraciones no pueden. Para ello, debemos reconocer la labor del voluntario como lo que es, una persona que lucha de manera altruista por generar un cambio en la sociedad, no un trabajador no remunerado. El voluntariado es, en definitiva, una forma muy positiva de apoyar (nunca sustituir) nuestro Estado del Bienestar.
Referencias
1. Botella quiere cubrir con voluntarios las necesidades de instalaciones municipales (2012, 26 de Enero). El País. Disponible en: http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/01/26/madrid/1327597279_481562.html
2. CARAVANTES, M. (2012): «Un voluntariado social responsable». Plataforma Voluntariado Social de Sevilla. Disponible en: http://www.voluntariadosevilla.es/index.php?option=com_content&task=view&id=9&Itemid=27
3. PROGRAMA DE VOLUNTARIOS DE LAS NACIONES UNIDAS (2011): Informe sobre el Estado del Voluntariado en el Mundo. Disponible en: http://www.unv.org/fileadmin/docdb/pdf/2011/SWVR/Spanish/SWVR2011_[Spa]_full.pdf
4. SAJARDO, A y SERRA, I. (2008): «Avances recientes en la investigación económica sobre el voluntariado: valoración económica del trabajo voluntario, costes de gestión del voluntariado y voluntariado corporativo». CIRIEC-España, Revista de Economía Pública, Social y Cooperativa, Núm. 63, pp. 191-225. Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/pdf/174/17412307008.pdf