Ya desde las escuelas de la Grecia clásica hasta el origen de las universidades, cuando el saber se aplicaba principalmente al conocimiento filosófico, antropológico, teológico e histórico, también las humanidades ocupaban un lugar especial en las matemáticas, la geografía o la geometría, etc., englobadas en el trivium y en el quadrivium. Recordemos, por ejemplo, lo que se leía en el dintel de la puerta de la escuela pitagórica: «Que no entre nadie que no sea geómetra». Se valoraba el papel del docente y su capacidad intelectual, aquella que le permitía ofrecer respuestas serias y profundas a la dimensión del saber. Los llamados estudios técnicos tenían otro tratamiento, puesto que hasta no hace mucho tiempo se englobaban en las escuelas técnicas y en las escuelas técnicas superiores para así distinguir que se encontraban en otra área del saber.
La creación de facultades intentó dar un nivel igualitario a todas las ciencias llamadas superiores. Afortunadamente, esto no quiere decir que las ciencias humanistas hayan muerto. Facultades y escuelas velan todavía hoy para que se sigan cultivando.
En las últimas décadas, tanto en la formación escolar como en la universitaria, se ha incrementado la dimensión tecnológica, y lo mismo ha sucedido en otros campos de la ciencia, lo que ha causado un progreso espectacular, como también ha sucedido en muchas otras áreas de la cultura. Pero sí podemos constatar, no obstante, que ha disminuido el apoyo a las humanidades. Es cierto que los nuevos elementos tecnológicos han llegado a modificar nuestros hábitos y formas de vida, incorporando movilidad, conectividad, intercambio de datos y la misma comunicación en nuestra vida cotidiana, enriqueciéndola también, por otra parte. Evidentemente, los avances tecnológicos deben incorporarse a todo, pero al mismo tiempo se debe contar también con la sólida base que aportan las humanidades.
La utilización de la avalancha de información que llega a cualquier persona conectada a la red debería permitirnos abrir las puertas para entrar sin miedo a recuperar la dimensión humanizada de la tecnología. Ésta debe enriquecerse mediante la aportación de las humanidades, que ayudan a comprender la transversalidad del saber y además, a integrar una interdependencia ligada por las ciencias humanas: filosofía, antropología psicología, ética, estética, historia, sociología, etc. Si faltan estas disciplinas, el saber se empobrece.
Sería reduccionista quedarnos impresionados ante los avances científicos amparados por el desarrollo de las dimensiones prácticas y teóricas que se pueden alcanzar mediante los nuevos elementos que aportan la informática y el trabajo digital. Asimismo se detecta una dimensión también científica que debe ayudar a superar ese vacío ocasionado por la falta de elementos que den sentido a la vida tanto personal como social y también contribuir a una solidez del saber. La ciencia puede alcanzar un alto nivel en lo que respecta a la utilización de datos, conectándolos y almacenándolos…; pero no debe faltar la capacidad de realizar una fundada reflexión que ayude a comprender el porqué de un bien intelectual con espíritu crítico, capaz de relacionar los elementos de las diversas ciencias y de hacer disfrutar de un saber compartido que abarque desde la dimensión más existencial hasta la más trascendente.
El 16 de enero se presentó el manifiesto Humanidades con futuro, promovido por el Institut d’Estudis Catalans y la Facultat de Teologia de Catalunya, al que se adhirieron aproximadamente cuatrocientos intelectuales, entre profesores y diversas instituciones culturales y académicas, que consideraban la formación humanística como la premisa necesaria para lograr la construcción de una sociedad con sentido. El manifiesto explicita como «la merma de la cultura humanística conlleva el empobrecimiento del pensamiento, la precariedad del discurso ético y la pérdida de cohesión de nuestra civilización». Esta advertencia reclama la urgencia de «salir del analfabetismo funcional y simbólico, que deja grandes huecos en el sistema de referencias personales y colectivas y permite sumisiones y manipulaciones».
Frente a esta realidad resulta necesario volver a cuestionar el sentido auténtico de las humanidades para recuperar esa fuerza intelectual que nos ayude a ofrecer respuestas certeras a la ciencia, a la cultura y a la ya tan avanzada tecnología.
Ámbito María Corral
Ponentes
Jaume Aymar Ragolta, Decano de la Fac. de Filosofía de la Universidad Ramon Llull
Jordi Craven-Bartle Lamote, Doctor en medicina. Profesor de la UAB
Maria del Mar Esteve Ràfols, Doctora en pedagogía. Directora de la Escuela Epiqueia
Gregorio Luri Medrano, Pedagogo y filósofo