Por Leticia Soberón Mainero
Doctora en Comunicación
Roma, noviembre 2009
Foto: Brockleyboyo
Estrictamente hablando, es imposible cambiar el pasado. La historia y sus acontecimientos fueron como fueron y ya nadie puede modificarlos. Los posibles túneles del tiempo que se imaginan a partir de la teoría de la relatividad aún están por ser inventados; en las narraciones de ciencia ficción las injerencias sobre lo ya sucedido provocan situaciones paradójicas o desastrosas, y suscitan preguntas de alcance filosófico. Además, sabemos bien que una clave de salud personal consiste justamente en aceptar los hechos que dieron lugar a nuestro ser concreto, comprendiendo que somos fruto de unos acontecimientos, algunos luminosos, otros grises o francamente oscuros, que si hubieran sido distintos, no existiríamos. Reconciliarnos con la historia es un primer paso para poder incidir sin resentimientos en nuestro presente para mejorarlo.
Pero eso mismo nos indica una forma en que transformamos de algún modo aquellos hechos que, por ser del pasado, parecerían condenados a la inmovilidad. Se trata de ver a qué tipo de procesos damos continuidad. Casi sin querer, uno elige un modo de ser, de vivir. Se adhiere a una línea de pensamiento -a veces sin darse cuenta-, elige un estilo de estar en la sociedad, de crear el presente, prolongando en el tiempo unas líneas de actuación que casi siempre existen ya en la historia. Si uno relee lo que otros hicieron, descubrirá su propio actuar como continuación de una «escuela» de hacer la vida. Unos serán más creativos, otros menos, al actualizar en su momento presente unos procesos que de otro modo quedarían para los museos y la arqueología.
Pongamos unos ejemplos. Uno en su diario vivir puede abonarse a la historia de la guerra, del conflicto, de la lucha de poderes. Si así lo decide, puede asumir e incentivar, -aunque como digo, tantos lo hacen por inercia y sin tomar conciencia de ello-, las diferencias sociales, económicas, culturales… dando continuidad a la interminable cadena de la violencia que se perpetúa en la historia, pero no a causa de un ciego destino, sino porque se encuentra en cada generación unos cómplices que perpetúan una sucesión de sangre y lágrimas.
Quizá la mayoría quiere elegir un transcurrir más convencional, sin mayores sobresaltos, serena, de sencillo trabajo y búsqueda de la estabilidad. Pero en su vida diaria no podrá permanecer neutral; su modo de tejer sociedad, de interactuar o no con los vecinos, su modo de educar a los hijos, dará continuidad a procesos sociales, económicos, interpersonales, que pueden ir en la línea del desarrollo y la justicia, o de la indiferencia y el desapego. También es posible, sin ser extraordinarios o superdotados, abonarse a procesos artísticos, creativos, lúdicos, artesanales, que continúen y actualicen, lanzando hacia el futuro, la historia local de la paz florecida, una paz fecunda y variada que desborde en fiesta, en su pueblo, en su barrio, en su ciudad o en su país.
Más aún: es hermoso, y posible, transformar el pasado en presente y el futuro dando continuación a los «hilos de oro» que atraviesan la historia humana, aquellos procesos excelentes que dan soporte y sentido a millones de personas. Es posible recibir el testigo de las formas de vivir más constructivas y fructuosas, y ofrecer nuestro presente y energías para que sigan vivas y avancen también hoy. Asumir y actualizar la historia de la no-violencia, la búsqueda de la paz, la defensa de los derechos humanos y la dignidad propia y de otros; la historia de la democracia, de la libertad de expresión, la defensa de los excluidos y la promoción de la autonomía y el desarrollo de los pueblos. Todo ello recoge el esfuerzo de los grandes hombres y mujeres de la Historia, que tejieron con hilos de oro sus días y sus horas. ¿Cuál es el distintivo de éstos respecto a otros hilos que tejen la historia? Quien los inicia y los continúa está dispuesto a dar la vida por esa causa, pero evita lanzar a otros a la muerte. Asume su tarea incluso con sacrificio, para que otros vivan, para que los amigos no mueran por ello. ¡Y son tantos los ejemplos!
Seguir tejiendo hoy con hilos de oro transforma el pasado: deja de ser arqueología, se actualiza y se lanza a futuro.