Por Sofía Gallego
Psicóloga y pedagoga
Barcelona, julio de 2014
Foto: Creative Commons
Observar la sociedad con frecuencia nos da pie a iniciar ciertas reflexiones. Hace pocos días me llamaron la atención las colas que a menudo se forman para conseguir un buen lugar en los conciertos de los cantantes de moda. No tengo suficiente información para poder afirmar que el fenómeno se produzca solamente en nuestro país, pero como solemos tener cierta tendencia a copiar comportamientos ajenos, sobre todo, si nos llegan de países con gran tradición en lo que respecta a los conciertos de masas; todo ello me hace pensar que hacer largas colas es un comportamiento imitativo. En Barcelona y cito esta ciudad por proximidad geográfica, los medios de comunicación dan con cierta frecuencia la noticia de la acampada de adolescentes ante las puertas del local donde se celebrará el concierto.
Este caso –el de las colas– tiene varias lecturas; una de personal y otra familiar. Incluso tiene una vertiente positiva y otra que no lo es tanto. Me fijaré en primer lugar en la positiva. El que un adolescente, sea chico o chica, renuncie durante varios días a la comodidad de un hogar más o menos confortable es un hecho que pone de manifiesto que el joven tiene en su repertorio de conductas, la capacidad de pasarlo mal en el presente cuando tiene expectativas de poder disfrutar de algo en el futuro. Será de esperar entonces que si las circunstancias de la vida le exigen este tipo de conducta será capaz de seguirla; sin embargo me temo, que si ahora, a estos mismos jóvenes les pidiéramos cualquier tipo de actitud abnegada con la finalidad de poder alcanzar un objetivo relacionado con su futuro laboral o académico, su respuesta sería más crítica, menos entusiasta e incluso podría presentar ciertos rasgos de negatividad.
Para que una conducta pueda repetirse, es necesario que esté en el repertorio emocional de la persona. Las personas que hacen cola tienen en su inventario conductual una determinada capacidad de sacrificio y abnegación para lograr una finalidad previamente establecida. Lo que puede variar es la motivación frente al objetivo a alcanzar. Estos jóvenes también demuestran tener una gran capacidad de organización ya que se ve que hasta se turnan para que cada uno pueda ir a su casa a ducharse o a hacer otras actividades que requieren un mínimo de privacidad. En la etapa evolutiva en la que se encuentran, la adolescencia, poder presumir ante sus amigos de que han estado en primera fila en el concierto del cantante de moda y que incluso han podido contar las gotas de sudor de éste, es algo que les da prestigio dentro del grupo.
En cuanto a los aspectos que no son tan positivos, cabe mencionar que aunque muchas veces la mayoría de estos conciertos de cantantes pop se celebran en primavera e incluso en verano, a menudo coinciden con días lectivos del calendario escolar, como fue el caso del último concierto de Miley Cyrus en Barcelona el pasado 13 de junio. Seguramente surgirán ante esto algunas voces críticas, que argumentarán que en estas fechas muchos institutos ya han terminado las clases y sólo hacen exámenes o recuperaciones. Pero de ser éste el caso, aún sería todo más grave, porque significaría que jugarse un curso o poder obtener una mejor calificación, pasa a un segundo plano en la escala de valores de los chicos. Es más importante el concierto. Se le da por lo tanto, muy baja valoración a la educación y a la formación.
Me gustaría también, añadir una reflexión sobre el papel de la familia en todo este tema. Para que exista tal despliegue de recursos, debe darse una determinada complicidad de la familia. Y a juzgar por los cortes informativos que salen en los medios de comunicación, ésta alcanza un grado ciertamente preocupante. Algunos padres y madres sustituyen a sus hijos para que éstos puedan dejar de hacer cola y atender, así, sus obligaciones. Por otra parte, las familias son las que probablemente les hayan financiado la entrada. Por ejemplo el precio del concierto de Miley Cyrus en Barcelona, que ya he mencionado anteriormente, oscilaba entre los 55 y los 85 euros, lo que se trata de una buena suma si además la economía familiar no es muy holgada y teniendo en cuenta además la actual situación económica que atravesamos. A veces, en los centros educativos se pide que se compre material o que se haga una salida formativa que por su elevado coste, provoca que las familias protesten con toda la razón del mundo ya que la educación es gratuita hasta los dieciséis años. Me gustaría, sin embargo, que no fueran esas mismas familias las que siendo de lo más generosas a la hora de financiar las entradas para un concierto, en cambio, se lo miren mucho cuando se trata de comprar material académico o formativo.
No cambio de tema si comento que hace pocos días se inauguró una tienda de IKEA en Valencia en donde, también un grupo de personas hizo cola ante la entrada para tener el honor de ser los primeros en entrar en la tienda cuando abriera sus puertas por primera vez. En el concierto, mientras todavía muchos jóvenes hacían cola aún quedaban entradas en la taquilla. Todo ello me hace pensar si no se tratará simplemente, de una operación de marketing, bien barata, orquestada por el promotor del evento o por la misma empresa. Las colas sirven de reclamo, pues si no hay colas, ni la televisión ni los periódicos se hacen eco del evento. Es, por lo tanto, una publicidad de bajo coste que les sale a cuenta.